Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Martín Heidegger habla de Discépolo


Malena, la que esconde una esperanza humilde, contó en el café: -Anoche soñé con Enrique Santos Discépolo. -En el Espiritismo Científico eso significa una tautología mistérica, acotó con sabiduría el profesor Locuco. -Qué es eso, preguntó intrigado Paredes, el poeta del barrio. Contestó el vidente: -Cuando Malena soñaba con Discépolo, Don Enrique estaba en mi versallesca casa de Munro, diciéndome que quiere hablar con nosotros. Quien tenga deseos de verlo, el viernes a medianoche se puede presentar en casa, y en menos que afeito a un calvo estamos en el Paraíso. El día fijado, poco después de la medianoche, Locuco dijo:-A ver Pedriño, abrí la puerta. San Pedro abrió el portón y entraron. De inmediato se dirigieron al café "El Pensamiento". Cuando caminaban el ex rengo Cutulli expresó:-San Pedro es más feo que Hegel a los doce años. -Vos no te quedás atrás, acotó Pardedes. Entraron en el café y se dirigieron a la mesa que ocupaba Discepolín. Éste dejó el vaso de whisky y fue saludando uno a uno:-Malena, usted a mi lado, Paredes después, Cutulli, Locuco, Laferlitta y el ex finado Musante siéntense donde quieran. Whisky para todos, y un té con leche fría para la Señora Malena, pidió Discépolo. Y se largó Discepolín: "No tuve una vida fácil. Mi madre murió cuando yo era muy chico y tengo dudas sobre mi paternidad. Al quedar huérfano fui a vivir con unos tíos frente a la Plaza Guadalupe, en el barrio de Palermo. Lo pasé mal. Estaba solo, me faltaba calor de hogar y familia. Me alegré cuando mi hermano Armando, quince años mayor, hablo con mis tíos y se hizo cargo de mí. Pero el mismo día que me instalé en su casa comenzó la violencia y el mal trato. Lo primero que nos dijo a mi hermana Otilia y a mí fue que no eramos hijos del napolitano Santo Discépolo, el fracasado. Según él, nuestro padre era un músico rosarino y por ese motivo nos despreciaba. Víviamos en la calle Rioja y comenzé a frecuentar el grupo "Artistas del pueblo". Lo formaban Fácio Hébequer y Adolfo Bellocq, entre otros. Ellos me iniciaron en las lecturas anarquistas de Bakunin y el cajetilla Kropotkin. Al crecer comencé a ser apreciado en el barrio por los anarquistas, entonces el maltrato de Armando se convirtió en asco. Es la época en que mis tangos empiezan a popularizarse. Un amigo me contó que había una cantante española que entonaba muy bien mis composiciones. Fuimos a verla. La gallega se llamaba Tania. La esperé y fuimos a tomar una copa. Me fui a vivir a su casa. Eso produjo una locura congoleña en Armando, que nunca más me dirigió la palabra. Con Tania por primera vez me sentí querido. ¿-Y con Borges cómo se lleva? Preguntó Paredes, el poeta del barrio. -Viene al café pero me ignora. Trabajamos juntos en el Diario Crítica y se enojó conmigo cuando compuse "Malevaje". Me lo estrenó Azucena Maizani y produjo un gran impacto. Es la historia de un asesino que deja el cuchillo y se redime por amor. Edmundo Guibourg le preguntó Borges por qué la bronca conmigo. Contestó:-A los italianos no me conformo con odiarlos, también los difamo. Hace años que estoy construyendo una mitología de orilleros y malandras y este napolitano me viene a escupir el asado. Que un taura "larga el puñal y se larga a correr", le saca credibilidad a Paredes y Jacinto Chiclana. A un malevo no lo puede vencer el amor. En ese momento se acercó a la mesa un señor que Discépolo se apresuró en presentarnos. -El señor es Martín Heidegger, uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. No vemos mucho porque le gusta el tango. El pensador acercó una silla y comenzó diciendo:-Además del tango me gusta el fútbol. Soy admirador de Beckenbauer y de Rugilo, el león de Wembley. Quiero dejar sentado que considero a Discépolo como es el más grande poeta existencialista de todos los tiempos. En mi obra, escrita en alemán, he tomado numerosos ejemplos suyos. ¿-Heidegger, cuál es su tango preferido?, preguntó Paredes. "Tres esperanzas", cuando dice: "Si hay un paso del adios, no hay un beso para mi, cachá el bufoso y chau, vamo'a dormir." También "Una canción desesperada": "¿Donde estaba Dios cuando te fuiste? ¿Donde estaba el sol que no te vió? La poesía de Discépolo está muy cerca de la de Hölderlin. El que me hizo conocer la obra de Enrique fue mi gran amigo Ernst Röm. Estuvo unos años en Bolivia como instructor del ejército, y cuando bajaba a Buenos Aires se deleitaba con los tangos de Discépolo. Röm fue el creador de las S.A., las célebres camisas negras. Un personaje genial pero incomprendido. Cuando Don Adolfo lo mandó a matar en la famosa noche de los cuchillos largos, también conocida como "Operación Colibrí", el 30 de junio de 1934, yo renuncié a mi cátedra en Friburgo, y me dediqué a estudiar a Discépolo. ¿-Y Tania? Preguntó Malena, la que esconde una esperanza humilde. -Eligió infierno, contestó Enrique.

martes, 17 de agosto de 2010

Encuentro con Eduardo Arolas





-El viernes los espero a las diez de la noche en la pizzería Astral de Munro, dijo el vidente Locuco.
-Nos comemos una fainá y a medianoche viajamos al Paraíso, donde nos espera Eduardo Arolas.
El viernes estaban todos los integrantes de la Cátedra del café en la Astral comiendo una especial de muzzarela.
-No se pasen con el moscato que en el Paraíso hay escabio del bueno, explicó Locuco.
A medianoche estaban preparados para el viaje.
Dijo el vidente: -Cierren los ojos y sueñen con la pinta de Carlos Gardel.
En menos que baila un conde estaban sentados ante una mesa del "El Pensamiento", propiamente en el Paraíso.
Se abrió la puerta y Eduardo Arolas hizo su entrada al café.
Acercando una silla dijo:-Permiso, y se sentó con ellos.
Arrancó:-Me llamo Eduardo Arolas, el tigre del bandoneón.
Vestía traje negro, camisa blanca, un gran moño al tono. Sus manos lucían guantes amarillos, y encima tenía puestos los anillos.
-Usted es el mejor bandoneonista de todos los tiempos, dijo Paredes, el poeta del barrio.
-Junto con Anibal Carmelo Troilo, contestó Arolas.
-Soy un estudioso de su vida, agregó Paredes.-Cuéntela que nos interesa.
-Nací en Barracas en 1892 y mis viejos eran franceses. Me bautizaron Lorenzo, pero cuando tomé la comunión me enteré que el santo de mi nombre era un gil a cuadros.
Cambié por Eduardo. A los 18 años ya era famoso, dijo sin falsa modestia.
-A esa edad compuse "Una noche de garufa", un clásico. Después anduve por Montevideo y cuando volví a Buenos Aires fue el tiempo de "La Cachila".
Eran los años de amistad con Juan Carlos Cobián, el Chopin del tango.
Pero un día todo cambió para mal. Mi hermano Enrique me traicionó y mi vida se vino abajo. Primero fui a Montevideo pero la depresión, como se dice ahora, me alcanzó.
Entonces recalé en París. Tuve éxito enseguida en el famoso "Ermitage".
Estaba lleno de mujeres de la noche y agregué otro rubro a mi actividad.
Me hice cafiolo, un trabajo sano y lucrativo. Laburaban para mí tres mujeres que al fin de la noche me rendían la tarasca que habían recaudado en tan noble actividad.
Pero eso cayó mal en los franceses, que son de lo peor.
Una madrugada me esperaron en las escaleras de Montmartre, por donde yo descendía diariamente hacia mi casa. Surgieron de la oscuridad y empezaron a golpearme. Cuando caí me patearon sin piedad.
Mis últimas palabras fueron: un argentino jamás me pegaría en el suelo.
Finé dos días después en el Hospital "Bichard" de París. Tenía 32 años.
Elegí el cielo para toda la eternidad porque uno acá lo pasa bastante bien.
Y los convoqué a través de mi gran amigo el profesor Locuco, para que estén a mi lado en la inauguración de una calle con mi nombre.
Sucederá dentro de unos minutos y será unas de las principales del Paraíso. Después de tomarse un whisky generoso, dijo:- Podemos ir yendo.
Salieron todos los integrantes de la Catedra junto a Don Eduardo.
Una hora después regresaron. -Whisky para todos y un té con leche fría para la Señora Malena, la que esconde una esperanza humilde, dijo el tigre del bandoneón.
-Es una gran emoción que una calle del Paraíso lleve mi nombre, el de un humilde músico de Barracas.
-Por supuesto que es un gran honor que gracias a su generosidad podamos compartir este momento, contestó Paredes.
Arolas, mirando hacia otra mesa, exclamó:-Canaro, venga que le presento a mis amigos. Don Francisco tuvo un gran gesto para conmigo. En 1954, siendo Presidente de Sadaic, hizo repatriar mis restos que viajaron a la reina del plata en un viejo DC3. A la urna que contenía mis cenizas la acompañó un coro celestial formado por compadritos muertos.
Hace unos años se presentó en el café un escritor de apellido Borges.
Un hombre simpático y bastante leído, al que le gusta el tango de la Guardia Vieja. Se hizo mi amigo, frecuenta además a Vicente Greco, y al Negro Mendizabal. Dice que nosotros representamos el tango que le gusta: alegre y zumbón.
Detesta a Carlos Gardel, y dice que al Zorzal no le gusta el tango.
Cuando coinciden en el café, se ignoran. De todos modos no creo que a Gardel le quite el sueño.
Este señor Borges convocó a un gran músico barroco, que si bien estaba en el cielo no frecuentaba el café. El barroco es un tal Alessandro Scarlatti, y lo que me hizo escuchar no está nada mal.
Aunque el chabón es medio chupa cirios.
Con letra de Borges y música de Scarlatti están componiendo una "Cantata" titulada "Vida pasión y muerte de Don Eduardo Arolas, el tigre del bandoneón".
Comienza con un verso de Borges:
"Gira en el hueco la amarilla rueda,
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda."
El estreno está previsto para el próximo 24 de febrero, día de mi natalicio. La función se llevará a cabo en el anfiteatro celestial con capacidad para cinco millones de almas.
Estarán presente el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La Virgen María estará sentada junto a Carlos Gardel, su cantor preferido. Desde ya ustedes son mis invitados de honor.
Cuando los integrantes de la Cátedra del café estaban agradeciendo, la primera luz comenzó a filtrase a través de los alegres ventanales del café "EL Pensamiento".
Dijo Locuco:-Urgente, el raje para el convoy. Ya saben la consigna.
Soñaron todos con la pinta de Carlos Gardel y cuando abrieron los ojos amanecía frente a la Estación Munro.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Informe para una Academia




Uno de los integrantes de la Cátedra del café, el poeta Julio Paredes, aprovechó un viaje a Londres para entrevistar a Ronald Biggs, el famoso asaltante al tren postal en 1963.
De regreso, Paredes presentó el siguiente informe ante la Cátedra del café.
-Nos pusimos de acuerdo para que la conversación fuese en español, idioma que Biggs domina a la perfección.
Comenzó:-El robo del tren postal se me ocurrió en 1949 por una información que escuché en un Pub. A diario salía desde Glasgow, Escocia, un tren nocturno a Londres con la recaudación de los bancos. Esperé catorce años para dar el golpe porque el cálculo que hice era que necesitaba más de diez personas.
Todo un tema. Yo soy muy especial con mi gente.
No quiero buchones ni asesinos. Simplente bohemios, ladrones, y poetas.
La esencia del buen ladrón es su base literaria. Si no leyeron a Dante Gabriel Rossetti, Coleridge, Tennyson y Milton, no los quiero en mi banda. Además todos tenían la obligación de conocer a Shakespeare en profundidad.
El armado de la banda me llevó mucho tiempo. Recién a principios de 1963 estábamos listos para el gran golpe.
Esperamos hasta el mes de agosto porque el 5 era feriado bancario, y por distintos motivos el tren recién haría el trayecto Glasgow-Londres el 8 de agosto. Durante cuatro días, los bancarios, juntaron bolsas con libras esterlinas, que una banda de borrachos y poetas se iba a encargar de gastar en libros, whisky y putarracas.
La idea nuestra era la siguiente: mi gran amigo Buster Edwards y yo, una vez repartida la platita, nos iríamos a Buenos Aires.
A los dos nos gustaba la música, y de casualidad habíamos descubierto el tango. Queríamos conocer a Aníbal Troilo y Floreal Ruíz. Además teníamos contactos con hampones y poetas de Buenos Aires.
Pichón Laginestra y Jorge Villarino eran nuestros amigos.
Conseguimos una chacra cerca del lugar donde asaltaríamos al tren.
El golpe sería a las 2 de la mañana y detener el convoy era muy simple.
Antes de salir en busca de nuestro destino pedí un minuto de silencio por los ladrones muertos, y comenzé mi alocución final para motivar a mis amigos.
Repetí la arenga de Enrique V a sus soldados, una banda de hambrientos, antes de la batalla de San Crispín.
"Aquel que sobreviva y vuelva sano a casa. Aquel que robe en este día y llegue a viejo, la víspera del robo festejará y dirá: mañana es el día más glorioso en la historia del choreo. Mañana es el día del robo del siglo.
¡Yo estuve ese día! Entonces mostraremos nuestras cicatrices y diremos: estas heridas las recibimos en el robo al tren postal. Y después de este robo seremos recordados hasta el final de los tiempos."
Detener el tren fue cosa de chicos. El primer vagón enganchado a la locomotora traía las bolsas con la teca. Desenganchamos los demás vagones y ahí tuvimos el único problema. El maquinista se hizo el héroe. No quería poner en marcha la máquina. Con un chirlo solucioné todo.
Cuarenta y cinco minutos después estábamos de regreso en la chacra contando plata. Había más de dos millones de libras esterlinas.
Seis millones de dólares de 1963.
Repartimos la recaudación y huimos. Primero yo estuve en Australia y después me fuí a Río de Janeiro, como escala previa a la reina del plata.
Pero Scotland Yard me ubicó en Brasil y me encanaron. Pensé que me había agarrado la noche, pero una mañana se presentó un guardia y dijo:
-Ronald Biggs, con todo.
Estaba en libertad. Yo tenía una compañera en Río y estaba embarazada. Con un hijo brasileño no había extradición. Me convertí en un personaje público.
Seguía con la idea de ir a Buenos Aires a conocer a Troilo, pero era mucho riesgo. Yo había hecho contacto, a través de un grupo de esotéricos, con Cátulo Castillo y Floreal Ruíz.
Una tarde recibí un llamado telefónico:-Acaba de morir Anibal Troilo.
De inmediato tomé un vuelo a Buenos Aires. En Ezeiza me esparaba Jorge Villarino que me condujo al velorio de Pichuco. Le di un beso en la frente. Me presentaron a Cátulo y a Ruíz. Conocí a todos los tangueros presentes, gente con códigos porque ninguno me deschavó.
Al otro día visité a Laginestra en Olmos, y a la noche volví a Río.
Poco tiempo después me hice amigo de John Lennon. Lamenté que no hubiese conocido a Troilo. Pero si conoció a Floreal Ruíz, que pasaba largas temporadas en mi casa de Río de Janeiro. Hacían unos dúos extraordinarios.
¿-Por qué se entregó? Preguntó Paredes.
-En 2001 me detectaron un cáncer. Ya los millones me los había gastado.
Estaba harto del color local de Brasil y del calor.
Mi sueño era tomar un Scotch frente al Támesis, ver al Arsenal y volver a sentir el glorioso frío de Londres.
Además como ya no había una moneda el estado británico me tenía que mantener. Toda una paradoja. Me entregué. Por supuesto que me encerraron en la sórdida gayola pero el año pasado me largaron.
Lo único que lamento es que Lennon no haya conocido a Troilo.
-Hay un integrante del café en Buenos Aires, el Sr. Musante, que estuvo muerto más de veinte años. Él cuenta que en el otro mundo uno elige cielo o infierno. No dudo que Lennon está en el cielo, lo mismo que Troilo, dijo Paredes.
-Que alegría me da, contestó Biggs. -A mi me falta poco para el mutis, cuando esté en el otro mundo lo junto a Troilo con Lennon para que toquen "Imaginen".
¿Se da cuenta lo que puede ser esa composición cantada por John Lennon acompañado por el bandoneón de Pichuco?

miércoles, 4 de agosto de 2010

En el cielo con Lacan y Magaldi

Jacques Lacan


-Paredes, dijo el vidente Locuco en el café. –Magaldi quiere tener una entrevista con usted y la señora Malena.

Agregó el mago de Munro: ¿-Vamos?

-Por supuesto, dijeron Paredes y Malena.

En menos que nace un Chino estaban frente a la puerta.

Cuando San Pedro abrió el portón el vidente preguntó: ¿-Pedriño, dónde para Magaldi?

-En el café “Mate y venga”, por la diagonal, dos cuadras.

Cuando los vio entrar “La voz sentimental” se puso de pie y saludó a Malena con un beso en la mano. A Paredes le dio un abrazo.

Dijo:-Les quiero presentar a mi compañero de mesa. El señor es Jacques Lacan, médico psicoanalista y traductor de mi obra al francés.

Se sentaron a la mesa. Magaldi abrió el fuego:-He sido olvidado en la reina del plata.

Con Carlos Gardel y Corsini fuimos los inventores del tango, pero de mi nadie se acuerda.

¿-Por qué no va al café “EL Pensamiento” y por lo menos se encuentra con gente afín? Preguntó Paredes.

-Los artistas no estamos preparados para el olvido, y los que van al “El Pensamiento” quieren conocer al Morocho o a Corsini.

El día de mi muerte, en el año 1938, Enrique Santos Discépolo dijo:”Era el único que hoy podía imponer una canción”, lo que indica mi popularidad en ese momento.

Pero mi estrella empezó a apagarse lentamente hasta que todo recuerdo terminó.

Qué pasó conmigo es lo que no se, y acá el amigo Lacan está tratando de entender para explicarme.

Las miradas se dirigieron hacia el médico que encendía lentamente un cigarro.

Continuó Magaldi:-Yo fui más popular que Gardel y amigo de Eva Perón.

En el café “El Pensamiento” hacen cola para ver a “El bronce que sonríe” y en la lejana tierra mía Evita cada día es más popular.

Que pasó conmigo es lo que me quita el sueño. El semiólogo Humberto Eco escribió en la Revista de la Universidad de Bologna en 1970, un artículo titulado “Lo strano caso di Agostino Magaldi”.

Logró interesar a mi amigo Lacan, acá presente, sobre mi poética.

Interrumpió Lacan el monólogo de Agustín:-Yo escribí un libro, “Retour à Magaldi”, publicado en 1980, donde formulo mis famosas ocho tesis sobre el destino.

Tratemos de ordenar el tema. El filósofo Martín Heidegger dijo que el lenguaje es la morada del ser.

Entonces mi modesto aporte al psicoanálisis sería que el inconciente está estructurado como un lenguaje.

En base a eso desarrollé toda mi teoría psicoanalítica.

¿-Heidegger anda por acá? Preguntó Malena, la que esconde una esperanza humilde.

-Si, contestó Agustín, es amigo de Enrique Santos Discépolo y está haciendo un estudio ontológico sobre Discepolín.

Continuó Lacan:-Agustín fue el número uno hasta que su palabra se apagó.

Lo que trato de analizar es porque ese olvido total hacia mi gran amigo.

Creo que eso se debe a que la poética de Magaldi suena mal en el oído argentino, porque los enfrenta con una realidad que no entienden y que niegan.

Solo los idiotas creen en la realidad del mundo, lo real es inmundo y hay que soportarlo.

Ese es el mensaje liminar transmitido por Agustín Magaldi.

Pensemos en “El Penado 14” y en “Llorando la carta”.

O en “Nieve”, composición que sitúa a Magaldi como el primer sovietólogo argentino.

¿-Usted conoce el tango “Araca la cana”, de Mario Rada y Enrique Delfino? Preguntó Paredes, el poeta.

-Claro que lo conozco. Puede parecer un delirio de auto referencia, pero ese tango, escrito en 1933, prefigura mi futura participación como analista de Magaldi.

“Araca Lacan, ya estás engriyao”, dice.

Engrillado por la poesía metafísica de Agustín Magaldi.

Otro de los motivos que ha contribuido al olvido de Agustín es su condición de mujeriego empedernido, en una época que los argentinos tenían códigos distintos.

Gardel, al cual admiro, mantuvo oculto sus grandes amores. Solo trascendió su romance con la uruguaya Isabelita y con Mona Maris.

En cambio de Agustín se supo todo. Facunda, su mujer le cambió la cerradura de la casa, cosa que causó una profunda depresión en Agustín.

Esto lo publicó la revista “El alma que canta” y Agustín se fue por meses a Córdoba para reponerse, cosa que no logró. Murió poco tiempo después.

Y ahí nos metemos en un tema por demás intrincado que es la pasión en el Paraíso.

¿-Usted piensa que hay sexo después de la muerte? Preguntó Paredes sorprendido.

-La relación sexual concluye con lo real. En este momento estamos en un café ubicado en un sitio que no sabemos a quien pertenece ni en donde queda. ¿Este lugar existe?

Ser psicoanalista, es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana. Saque usted sus propias conclusiones.

En ese momento se abrió la puerta del café y entraron dos individuos que se sentaron en una mesa ante la ventana.

¿-Quiénes son? Preguntó Malena.

Respondió Lacan:-El criollo se llama Alberto Arenas. El otro, un filósofo francés que además es gran amigo. Los dos tienen en común su pasión por el tango, y haber asesinado a sus respectivas esposas, un detalle menor.

Nada más humano que el crimen pasional.

Continuó Lacan:-Como dice la periodista Irene Amuchástegui: Magaldi fue el intérprete sublime de una década infame.

Ha sido olvidado por su pueblo. El trovador de Casilda se la banca.