Este es el Blog de Rodolfo Jorge Rossi, nacido en la ciudad de La Plata, Argentina.

Cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.

Trabajó en producción de programas radiales con José María Muñoz y Antonio Carrizo.

Ha publicado en el Diario “El Día” de su ciudad natal y en la Revista “Debate”.

Actualmente escribe en “Buenos Aires Tango y lo demás”, que dirigen los poetas Héctor Negro
y Eugenio Mandrini, y en “Tango Reporter” de la ciudad de Los Ángeles, EE.UU.

En 2007 publicó un libro de relatos “Croquis y siluetas familiares”, Editorial Vinciguerra.

Son padrinos celestiales de este sitio Fernando Pessoa, Carlos Gardel y el trompetista Rondinelli.

domingo, 16 de mayo de 2010

Cuando Gardel abrió sus alas


Mi alma rechiflada está con vos.
No hay fuerza temporal que le gane al inventor del tango.
Ni tus lágrimas al caer sobre el último boleto escolazeado.
Te perdiste en el cielo como un reflejo de Dios.
Y abriste tus alas de zorzal y volaste.
Y volás.

Lucio Rossi

tio carlos

Cátulo Castillo


-Invocar a Cátulo no es fácil, dijo el vidente Locuco.-Porque los grandes esotéricos no quieren volver a este mundo.
Además Cátulo trabaja en el Paraíso con Gustavo Rol, el mago de Torino, el más grande médium de todos los tiempos.
En vida, Rol era un hombre de consulta mundial. El General De Gaulle le temía porque Rol le leía el pensamiento.
Irrumpió el Sr. Musante, el tanguero que volvió de la muerte:-Federico Fellini, el director de cine, fue su gran amigo, y al atardecer se reúnen con Cátulo en el café “El Pensamiento”. Cuando llega Gardel, Cátulo cambia de mesa y se sienta con el Morocho.
Federico y Rol no se apasionan por el tango. El interés de ellos es el cine como metáfora de los sueños. Fellini me contó que para los pobres los sueños son el cine, lugar al que ellos no pueden concurrir.
-De todos modos hay que llamarlo, dijo Paredes.-No podemos quedar mal con la madre de Perón.
-Si el Profesor Locuco está de acuerdo, cuando invoque a Cátulo podría decirle que yo lo espero para hablar con él, dijo Malena la que esconde una esperanza humilde.
-Esta noche, mejor dicho cuando llegue medianoche pueden constituirse en mi casa e intentaremos traerlo a Don Cátulo.
Al dar las 12 estaban todos ante la mesa redonda del vidente Locuco.
Éste se concentró y de inmediato se materializó Cátulo Castillo.
-Malena, dijo Cátulo sonriendo, -concurrí de inmediato porque me dijeron que estaba usted. ¿Sigue con su esperanza humilde?
-Por supuesto, contestó Malena.
-Me alegra que no haya cambiado y continúe con su línea de conducta. No se preocupe que en algún momento llegará el reconocimiento.
-Para que me llamaron, preguntó.
Malena tomo la palabra:-Querido Cátulo, noches pasadas estuvo con nosotros Doña Juana Sosa, madre del General Perón.
Nos pidió si podíamos hacer algo para que su hijo recobre el afecto por ella.
-Es un problema, dijo Cátulo. -La relación con la madre es un tema difícil porque nadie se distancia tantos años de la vieja sin un amor ausente. Pero si usted me lo pide Malena, conociendo su bondad infinita, haremos el intento. No aseguro éxito porque el General, cuando uno le habla de la madre, simplemente enloquece.
Habló Paredes, el poeta del barrio: ¿-Sigue componiendo en el Paraíso?
-No hay motivación, contestó Cátulo.-El mundo de los muertos es eterno y eso aburre un poco. El pasado es apasionante, el futuro es demasiado simple. ¿Sobre qué puedo escribir ahora? Pensé en una letra sobre René Guenón, el místico francés que comparte la mesa del café con nosotros. Pero no la hice.
La esencia del tango es la melancolía y en el Paraíso la tristeza no existe.
Lo que tiene de bueno el lugar es que te encontrás con gente que no pudiste conocer. Es el caso de Rol, Fellini, Swedenborg. O el ciego Tiresias, que es asombroso lo que sabe de tango. Eso lo disfrutas mucho.
Pero en un lugar así nunca hubiese escrito “Tinta Roja”. Los versos felices no se te ocurren en el cielo.
¿-Y “La última curda”? Preguntó el tordo Laferlita.
-Con esa letra dicen que cerré el tango. No creo ser tan importante.
¿-Volviendo a Perón, contamos con usted?, preguntó Paredes.
-Ya les dije que si. Pero insisto que es un tema difícil. Yo me reencontré con mis viejos en octubre de 1975 y fue una gran alegría. Fíjense que siempre hablo de papá. A mi vieja la quiero tanto o más pero la gran figura era mi viejo.
¿-A Perón le tiene respeto? Preguntó Paredes.
-Juan me quiere como un hijo. Además todo lo que me enseñaron en casa Perón lo llevó a la práctica. Hechos concretos como las vacaciones pagas o el aguinaldo. Tengo el privilegio de ser amigo de él y de Eva, su compañera.
Con ella nos tenemos gran estima. Escribí “Serenata a la muerte de Eva”, cuando se produjo su deceso:

Se han callado los astros
Y el reloj no nos miente
Las ocho y veinticinco
De la cita en horario,
La viajera ha venido,
La vida se detiene.


-Me voy a retirar e intentaré la reconciliación entre Juan Domingo y su madre. Les agradezco que me hayan convocado para esta noble misión.
Me voy contento porque he visto de nuevo a Malena, la que esconde una esperanza humilde.